La leyenda más antigua que se conoce sobre el nombre Costa da Morte cuenta que, en noches de temporal y de poca visibilidad, vecinos de la costa acudían con sus bueyes a pasearlos por los límites de los cabos. De los cuernos de estos animales colgaban faroles encendidos y, con el balanceo provocado por su andar, semejaban otras embarcaciones. De esta manera, al procurar un buen resguardo de la tempestad y por imitación de estas supuestas embarcaciones, los barcos se aproximaban a la costa, cayendo en una trampa mortal al encallarse inevitablemente con las rocas. Era en este momento, cuando los lugareños aprovechaban para saquear el barco y asesinar a los atemorizados e indefensos marineros.
Existen también leyendas que hablan de que en las playas interiores y en las rías vivían piratas en sus embarcaciones, y cuando pasaba cerca un barco lo hundían y dejaban que las corrientes marinas y las mareas transportaran el botín hasta la orilla, ahorrando de este modo gran parte del trabajo que suponía llevar a cabo las abordajes en alta mar.
Aun existiendo un gran número de leyendas negras sobre la actuación de la gente de la Costa da Morte en los naufragios, lo cierto es que multitud de náufragos fueron rescatados por marineros de los lugares costeros que arriesgaron heroicamente sus vidas.
Destaca por ejemplo, el rescate con casi tres días de trabajo, de los 23 tripulantes del Kenmore en la playa de Traba (Laxe) en 1904. O de los 41 tripulantes del petrolero ruso Boris Scheboldaef en Pedra do Porto (Camelle) en agosto de 1934. O de los náufragos de los City of Agra, Standard, Boris, Serpent e Iris.
QUÉ HACER:
Una lectura: ‘Naufragios y Crónica Marítima de Galicia hasta 1899’.
Autor: Fernando Patricio Cortizo